Santo Cura de Ars: la vida engendra vida.

¿Quién no recuerda con cariño y admiración al  Santo Cura de Ars? El día 4 se celebra la fiesta de San Juan María Vianney, mundialmente conocido como el, Cura de Ars, cuyo cuerpo se halla incorrupto en la Basílica de Ars. Su verdadero nombre fue San Juan Bautista María Vianney. Nació en Dardilly, en las cercanías de Lyon (Francia), el 8 de mayo de 1786. Tras una infancia normal, a los diecisiete años Juan María manifiesta el gran deseo de llegar a ser sacerdote. Su padre, aunque buen cristiano, pone algunos obstáculos, que por fin son vencidos. El joven inicia sus estudios en el seminario, dejando las tareas del campo a las que hasta entonces se había dedicado. A los 29 años, después de muchos sacrificios es ordenado sacerdote y, desde entonces se distinguirá como modelo de piedad, excelente confesor y director espiritual. Fue enviado al pequeño pueblo de Ars donde habitaban unas 200 personas  con tantas problemáticas de inmoralidad, allí dedica su vida para la conversión de la gente del lugar y de los alrededores.
            Sus grandes fuerzas: la Eucaristía, la Confesión y el amor a la Virgen. Lo central de su vida, como sacerdote, era celebrar la Misa. La Misa era lo más grande para él. Durante sus cuarenta años en Ars, antes de celebrar la misa (de ordinario a las siete de la mañana) se preparaba durante casi una hora de oración... ¡Era tan grande lo que iba a realizar! Era sacerdote para todos, no sólo para los de su pueblo: sacerdote de Jesucristo para todos los hijos de Dios. Decía:   "Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua. Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito, como si de Dios mismo se tratara". “Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre del Buen Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del Bautismo”.  En la antigua casa parroquial de Ars se conserva el confesionario. Durante largo tiempo del día permanecía sentado en el confesionario, prisionero de los pecadores. De ahí que sufriese una serie de hernias muy dolorosas, de las cuales nunca se quejó y fueron ocasión de reparación y ofrecimiento.
    Se dio siempre a los demás sin interés alguno.  Su gran preocupación era inculcar en los cristianos la convicción de que en la tierra estamos de paso, que vale la pena vivir siendo avaros del cielo. “La tierra, decía, es comparable a un puente que nos sirve para cruzar un río; sólo sirve para sostener nuestros pies. Estamos en este mundo, pero no somos de este mundo, puesto que decimos todos los días: Padre nuestro que estás en los cielos. Hay que esperar nuestra recompensa cuando estemos en nuestra casa, en la casa paterna”. “En nuestro andar, la Santa Virgen está entre su Hijo y nosotros. Aunque seamos pecadores, ella está llena de ternura y de compasión hacia nosotros. María es tan buena que no deja de echar una mirada de compasión al pecador. Siempre está esperando que le invoquemos. En el corazón de María no hay más que misericordia”.
     Fue canonizado por el papa PíoXI en 1925 y en 1928 nombrado patrono de los párrocos. El  año 2009, más precisamente el 4 de Agosto, en la conmemoración del 150 Aniversario de su muerte, el papa Benedicto XVI  lo propuso y proclamó  como patrono de todos los sacerdotes, no solo de los párrocos. “¿Cómo no tener un recuerdo agradecido hacia la persona concreta de un sacerdote confesor, de un sacerdote amigo? Si los laicos lo tienen, también ustedes sacerdotes, tendrán en los principios de vuestra vocación  un sacerdote ejemplar que guió los primeros pasos hacia el sacerdocio. Ofrézcanse, queridos sacerdotes al Señor para ser instrumentos suyos en la llamada a nuevos obreros para su vina. Jóvenes generosos no faltan. La vida engendra vida” (Beato Juan Pablo II, 9/11/78).

Angélica Diez (*)


  (*) Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe

No hay comentarios:

Publicar un comentario